El momento de nuestro morir será la hora del salto mortal sin red. En la hora de Dios, al cerrar los ojos de nuestra carne, nos abrirá los del Espíritu y caeremos en la cuenta de que estamos en sus manos y lo hemos estado siempre, aun en aquellos momentos que creíamos habernos alejado de Él.
Nuestra entrega total, la que Él quiere, se dará en ese momento, en el umbral de lo desconocido, en el que seremos totalmente pobres, sin conservar nada ni asirnos a ninguna cosa.... riqueza, éxito, fama... ni siquiera a nosotros mismos y nuestras seguridades. Pobres, desnudos.
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