lunes, 13 de diciembre de 2010

SOLEDAD


"Soledad sin marcos, ni límites, hondura inaudita, interrogante que evoca las sendas más escondidas y los lugares que ya no son tales.
¿Espacio? No queda otro que el salto a la Eternidad"

AEJ

lunes, 1 de noviembre de 2010


Cristo vive y está con nosotros guiando nuestro desarrollo. Que esto sea una mera creencia o una personal experiencia, dependerá mucho de la actitud con la que intentes abordar cada momento.

de Hesiquia

sábado, 23 de octubre de 2010

¡VER!


«Tu has visto el resplandor, guarda tu secreto».
Henri Le Saux.

lunes, 18 de octubre de 2010

Soledad



"Si el hombre no conoce el valor de su soledad, ¿cómo podrá respetar la soledad ajena?"

Thomas Merton

sábado, 16 de octubre de 2010

DEIFICACIÓN DEL CRISTIANO Y VIDA EN EL ESPÍRITU




Un Padre de la Iglesia hizo esta asombrosa afirmación: “El hombre es un animal llamado a transformarse en Dios”. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, está llamado a una semejanza que es una participación real en la vida divina. El hombre no es verdaderamente hombre sino en Dios. El hombre no es realmente hombre sino cuando está deificado.

La exigencia de unirse a la Fuente de la Vida constituye su mismo ser. En la fe, él toma conciencia libremente de su origen y de su fin, y la gracia es esa “Luz de la vida” como decía san Juan, donde la libertad del hombre encuentra finalmente su contenido.

Un filósofo religioso contemporáneo ha comentado: “La idea de Dios no es antropomórfica, el hombre no crea a Dios según su imagen, no lo inventa; la idea del hombre es teomórfica, Dios lo ha creado a su imagen. Todo viene de Dios. La experiencia de Dios viene también de Dios porque Dios es más íntimo al hombre de lo que el hombre lo es a sí mismo”.

La “divino humanidad” se abre al corazón de la historia por la encarnación del Verbo. La “divino-humanidad” está, de alguna manera, pre determinada desde el origen ya que, según el apóstol, “el misterio escondido antes de todos los siglos” no es otro que el de Cristo.

Y Máximo el Confesor comentaba así este texto: “eso es el gran misterio escondido, eso es el bienaventurado fin por el cual todas las cosas se mantienen unidas (…). Ya que antes de los siglos ha sido proyectada la unión de lo limitado con lo sin límite, de la medida con lo sin medida, de la creatura con el Creador”.

En la Iglesia, en la profundidad siempre santa e incandescente de la Iglesia, en la Iglesia como Cuerpo sacramental del Resucitado, el Espíritu “dador de vida abre a cada uno el camino de su deificación.

A los Padres les gustaba decir: “Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera llegar a ser Dios”. Y uno de ellos, san Atanasio de Alejandría, precisaba: “Dios se hizo portador de la carne para que el hombre pudiera llegar a ser portador del Espíritu”.

Nicolás Berdiaeff, ese gran contemplativo del rostro humano como una ventana sobre el infinito decía: “El secreto supremo de la humanidad es el nacimiento de Dios en el hombre y el secreto supremo de la divinidad es el nacimiento del hombre en Dios. En Cristo, Dios se hace rostro, y el hombre, a su vez, descubre su propio rostro”.

Esta vocación del hombre, esta vocación que podríamos llamar deiforme, se inscribe inseparablemente en el carácter irreductible de su persona y en el dinamismo de su ser, de su verdadera naturaleza.

La persona designa en el hombre la imagen de la eternidad, imagen que se inscribe en lo terrestre y le da rostro y palabra, pero que no puede ser objeto de conocimiento y de posesión, que escapa a las reducciones racionalistas.

Quizás podríamos conocer científicamente todo lo relativo al hombre, salvo que es una persona incomparable, excepto que él es lo que el apóstol llama “el hombre escondido del corazón”, “el abismo del corazón” del cual hablan los salmos, “el espejo del corazón” donde se refleja el Dios escondido.

Y la naturaleza verdadera, que la persona es trágicamente libre de expresar o de reprimir, la naturaleza verdadera del hombre, es un dinamismo de celebración, un dinamismo de participación, una transparencia a la luz divina que la funde y la imanta.

“La imagen es la verdadera naturaleza humana” decía un Padre de la Iglesia, y Nicolás Cabasilas, aquel místico –simple laico– de fines de la Edad Media, subrayaba que el corazón del hombre, es decir, el centro de integración de todo su ser en su existencia personal, el corazón del hombre, ha sido creado “corno una pantalla suficientemente vasta como para contener al mismo Dios”.

Es en esta perspectiva que Dostoievsky en “Los Poseídos” pudo insinuar una especie, no de argumento, sino, digamos, de demostración de la existencia de Dios. El corazón –hace decir a un anciano, casi desesperado y curado de pronto de la desesperación por el encuentro del Evangelio–, ama tan naturalmente como brilla la luz, No puede hacer otra cosa. Por esto, añade, “Dios es evidente porque es la única realidad a la que podemos amar eternamente”.

Por su naturaleza profunda el hombre es ese ser de deseo de quien habla el Apocalipsis. Recordad el final de ese libro, que cierra la Biblia con esta apertura, con este llamado: “El que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratuitamente agua de vida”.

Cuando el hombre quiere derivar este impulso hacia sí mismo, individual o colectivo, hacia la creatura en su autonomía, suscita, como dicen los ascetas, “las pasiones”, es decir, según la Biblia, “los ídolos”; vierte la necesidad de absoluto de su naturaleza en objetos limitados. Y esta necesidad insaciable, y por lo tanto fatalmente decepcionada, no tardará en destruirlos.

De este modo el hombre puede dar a la nada una existencia paradójica y la red de los ídolos, de las magias, de las pasiones, deviene lo que en el Nuevo Testamento se llama no “el” mundo creado por Dios sino “ese” mundo que vela a Dios, que vela la creación de Dios, que sepulta el universo en la opacidad y en la muerte…

Olivier Clément

miércoles, 29 de septiembre de 2010

CRECER


‎"Como los árboles que necesitan el paso de las estaciones para crecer, nosotros tenemos que pasar el invierno con el fin de dar buenos frutos".

AmmaTeodora.

sábado, 4 de septiembre de 2010

ENCUENTRO EN LIBERTAD



"Si hay necesidad de una nueva moralidad, es la moralidad que nos enseña la comunión con los débiles como una posibilidad humana. El amor, entonces, no implica un aferrarse unos a otros con miedo a un desastre inminente, sino el encuentro en una libertad que permite la creación de una nueva vida. Este amor no puede probarse. Sólo podemos ser invitados a él y descubrir que existe mediante una respuesta comprometida. Mientras experimentemos la vida cristiana como una vida que restringe nuestra libertad de expresión, estaremos pervirtiendo e invirtiendo su esencia."

Henri Nouwen

miércoles, 1 de septiembre de 2010

domingo, 29 de agosto de 2010

¿Cómo "estar" en el Desierto?



Propongo a los amigos lectores un texto de Matilde de Magdeburgo: "El Desierto tiene doce cosas": "Debes amar la nada (niht), debes huir del 'yo' (iht) (o icht: literalmente: 'de cualquier cosa'), debes estar solo y no acudir a nadie. No debes ocuparte de mucho sino que debes liberarte de todas las cosas (de las creaturas). Debes liberar a los prisioneros y vencer a los libres, debes deleitar a los enfermos y tú mismo no tener nada para ti. Debes beber el agua del dolor y encender las brasas del amor (Minne) con la madera de las virtudes: de este modo vivirás en el verdadero desierto." Mechthild von Magdeburg "La Luce fluente della Divinità", I, XXXV.
Este maravilloso "estado" de Desierto no puede ser reducido ni juzgado en el nivel "psicológico". Se trata de la dimensión propia del ESPÍRITU, que supera los esquemas de corte antropológico, a veces "tan de moda."
Cuando quieras adentrarte en la espesura o en la misma Belleza de Dios (adentrémonos en su Hermosura, en el sentido de San Juan de la Cruz) abandona todo "eso" que se dice en exceso y se gasta en esfuerzos vanos: ¡corre al Espíritu! Déjate conquistarte por Él, déjate sumergir en Él. La Llama ya ha invadido el madero, convirtámons en esa "ceniza" luminosa para volvernos llama en la Única Llama...

Alberto E. Justo en flor del desierto

jueves, 26 de agosto de 2010


Bajo tu protección nos acojemos,
Santa Madre de Dios,
no desoigas las suplicas que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien, dignate a atenderlas siempre,
oh Virgen gloriosa y bendita.

martes, 3 de agosto de 2010

viernes, 23 de julio de 2010

Una nueva jornada



"No dejes que nada, ni nadie te perturbe. Intenta, una y otra vez, callar voces y fantasmas. Pero tampoco te quedes en ello. Avanza como sumergiéndote en donde no sabes. Ahora, escucha. Ese silencio, que parece vacío y nada, es, de alguna manera, ocasión y lugar. Es pleno. El Señor te ha llevado al desierto para hablar a tu corazón."

P. Alberto E. Justo op

sábado, 5 de junio de 2010

La única grandeza



Conformidad perfecta al plan divino, esa es la verdadera grandeza y la única hermosura.La perfección del abeto no es la de la encina, ni la hermosura de la rosa es la de la violeta. Cada ser tiene la suya propia. De la realización de cada una de estas perfecciones está hecha la bondad del universo.Y dentro de la realización de esta perfección propia encuentran su alegría los seres.

Dom A. Guillerand, cartujo.

miércoles, 2 de junio de 2010

Abba Chomai





Se dice que en el momento de morir, dijo a sus hijos: "No habitéis con los heréticos, no os juntéis con los dirigentes, que vuestras manos no estén abiertas a recoger, sino, sobre todo, a dar"

viernes, 16 de abril de 2010

PRESENCIA


"Dios está en todas partes", decimos, y nos lo imaginamos llenando todo el universo. Pero Él no es así. A Él le gusta mucho más pasearse por el corazón del hombre.

sábado, 10 de abril de 2010

Abba Antonio


" De la misma manera que los peces mueren si permanecen demasiado tiempo fuera del agua, los monjes que se retrasan fuera de la celda o pasan su tiempo con gente del mundo disminuyen la intensidad de su paz interior. Debemos entonces, como el pez hacia el mar, precipitarnos hacia nuestra celda, por temor a que, retrasándonos en el exterior, olvidemos nuestra vigilancia interior".

miércoles, 10 de marzo de 2010

SUPERIOR A MÍ MISMO Y A LAS DEMÁS COSAS




Hazte un hombre superior a ti mismo y superior a las demás cosas.
Aprende a detener el movimiento de tu pensamiento, a apartarlo de un objeto para dirigirlo a otro, a abandonar un trabajo, a decir "no" a un placer aunque legítimo.
Libérate de todo aquello que no tiene derecho a mandar en ti. No te inclines sino ante Dios, y haz de ti un lienzo sobre el cual pueda dibujarse Su imagen, que es Jesucristo.

Dom A. Guillerand

martes, 16 de febrero de 2010

Esfuerzo y dispersión


El esfuerzo consiste en el recogimiento de las facultades: en vez de dejarlas correr desparramadas a diestro y siniestro, se las concentra sobre el objeto elegido. El esfuerzo va ayudado por el despego, que es la calma del alma: es preciso sacudir toda preocupación, toda inquietud por el éxito, toda zozobra por el triunfar o llegar antes a la meta, todo miedo a ser castigado, o alegría de ser recompensado...
Meterse a fondo en lo que se hace, y hacerlo con todas las fuerzas, ese es el secreto del verdadero desarrollo y de la verdadera alegría.

Dom A. Guillerand,cartujo

viernes, 15 de enero de 2010

SOLEDAD&LIBERTAD


"La soledad es un don maravilloso, un regalo real... Pero nos atemoriza, porque gracias a él nos abrimos al descubrimiento de nuestra libertad y no parecemos muy dispuestos a "ser libres".

Jacqueline Kelen

jueves, 7 de enero de 2010

Apoththegmata Patrum - Siglo V



Abba Agathón: Con respecto al abba Agathón se decía que la gente iba a buscarlo porque habían escuchado hablar de su gran discernimiento. Quieriendo probar si él se encolerizaba, le dijeron:

"¿Eres tí el Agathón del que se dice que es fornicador y orgulloso? "

" Si, es verdad" - respondió él.

Ellos continuaron:
"¿ Eres tú ese Agathón que cuenta sin cesar tonterías y habla mal de los otros?"

"Yo soy".

Ellos dijeron además:
"¿Eres tú el Agathón el herético?"

Pero el respondió:
"Yo no soy herético".

Entonces ellos le preguntaron:
"Dinos, ¿por qué aceptaste todo aquello con lo que nosotros te abrumamos, pero rechazaste este último agravio?"

El respondió:
" Las primeras acusaciones, yo me las hice a mí mismo, ya que eso es útil a mi alma. Pero la herejía es la eparación de Dios. Ahora bien, yo no quiero ser separado de Dios".

Frenta a estas palabras ellos admiraron su discernimiento y regresaron confortado.

De El anacoreta

lunes, 4 de enero de 2010

La parábola de las Vírgenes




En la parábola de las Vírgenes prudentes y las Vírgenes necias (Mt. 25,1-13) cuando estas últimas carecieron de aceite, se les dijo: “Id a comprarlo al mercado.” Pero al regresar, ellas encontraron la puerta de la cámara nupcial cerrada y no pudieron entrar. Algunos estiman que la falta de aceite en las Vírgenes necias simboliza la insuficiencia de acciones virtuosas hechas en el curso de su vida. Tal interpretación no es enteramente justa. ¿Qué carencia de acciones virtuosas podía haber ya que ellas eran llamadas vírgenes, aunque necias? La virginidad es una gran virtud, un estado casi angélico, pudiendo reemplazar todas las otras virtudes. Yo, miserable, pienso que les faltaba justamente el Espíritu Santo de Dios. Practicando las virtudes, estas vírgenes, espiritualmente ignorantes, creían que la vida cristiana consistía en estas prácticas. Hemos actuado de una manera virtuosa, hicimos obras piadosas, pensaban ellas, sin inquietarse por haber recibido, o no, la gracia del Espíritu Santo. Sobre este género de vida, basado únicamente en la práctica de virtudes morales, que carece de un examen minucioso para saber si ellas nos aportan – y en qué cantidad – la gracia del Espíritu de Dios, se comentó ya en los libros patrísticos:“Algunos caminos que parecen buenos al principio, conducen al abismo infernal” (Proverbios 14,12).

Hablando de estas vírgenes, Antonio el Grande escribió, en sus Epístolas a los Monjes: “Muchos monjes y vírgenes ignoran completamente la diferencia que existe entre las tres voluntades que actúan en el interior del hombre. La primera es la voluntad de Dios, perfecta y salvadora; la segunda es nuestra propia voluntad humana que, en si, no es ni funesta ni salvadora; en tanto que la tercera – diabólica – es totalmente nefasta. Esta tercera voluntad es la enemiga que obliga al hombre a no practicar la virtud totalmente, o a practicarla por vanidad, o únicamente por el “bien” y no por Cristo. La segunda, nuestra propia voluntad, nos incita a satisfacer nuestros malos instintos o, como la del enemigo, nos enseña a hacer el “bien” en nombre del bien, sin inquietarnos por la gracia que puede adquirirse. En cuanto a la primera voluntad, la de Dios, salvadora, consiste en enseñarnos a hacer el bien únicamente con el objeto de adquirir el Espíritu Santo, tesoro eterno, inagotable al que nada en el mundo puede igualar.

Justamente era la gracia del Espíritu Santo, simbolizada por el aceite, la que hacía falta a las Vírgenes necias. Ellas son llamadas “necias” porque no se inquietaban por el fruto esencial de la virtud, que es la gracia del Espíritu Santo, sin la cual nadie puede salvarse, ya que “toda alma será vivificada por el Espíritu Santo a fin de ser iluminada por el misterio sagrado de la Unidad Trina” (Antífona antes del Evangelio de los Maitines). El Espíritu Santo mismo viene a habitar en nuestras almas; y esta residencia y la coexistencia en nosotros del Todopoderoso, de su Unidad Trina con nuestro espíritu, no nos es dado más que a condición de trabajar, por todos los medios en nuestro poder, para la obtención del Espíritu Santo que prepara en nosotros una morada digna de este encuentro, de acuerdo con la palabra inmutable de Dios: “llegaré y habitaré en medio de ellos; y seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (2 Cor. 6,16; Lv. 26,11-12; Ez. 37,27). Este es el aceite que las prudentes tenían en sus lámparas, aceite capaz de iluminar muchas horas, permitiendo esperar la llegada, a medianoche, del Esposo, y la entrada con El, en la cámara nupcial del goce eterno.

En cuanto a las Vírgenes necias, viendo que la luz de sus lámparas estaba por extinguirse, fueron al mercado en busca de aceite, pero no tuvieron tiempo de regresar. La puerta estaba cerrada. El mercado es nuestra vida. La puerta de la cámara nupcial, cerrada e impidiendo el acceso al Esposo, es nuestra muerte humana; las vírgenes, las prudentes y las necias, son las almas cristianas. El aceite no simboliza nuestras acciones sino la gracia por medio de la cual el Espíritu Santo llena nuestro ser, transformando: lo corruptible en incorruptible, la muerte física en vida espiritual, las tinieblas en luz, el establo donde están encadenadas, como las bestias nuestras pasiones, en templo de Dios, en cámara nupcial donde reencontramos a Nuestro Señor, Creador y Salvador, Esposo de nuestras almas. Grande es la compasión que Dios tiene por nuestra desgracia, es decir por nuestra negligencia hacia Su solicitud. El dijo: ” Estoy en la puerta y golpeo…” (Ap. 3,20), entendiendo por “puerta” el devenir de nuestra vida aún no detenido por la muerte

Conversaciones con Motovilov

viernes, 1 de enero de 2010

Kenosis


“Si el Señor desea vivir en nosotros Su vaciamiento de Sí mismo, Su Kénosis, no es probable que tolere en nosotros la plenitud y ufanía de la arrogancia colectiva. ¿En quién descansará Su Espíritu sino en los humildes y en los pobres?"

Tomás Merton